"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Jn 6, 60-69
Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos
decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?". Jesús,
sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los
escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir
donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada
sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre
ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer
momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a
entregar. Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si
el Padre no se lo concede". Desde ese momento, muchos de sus discípulos
se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a
los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". Simón Pedro le respondió:
"Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros
hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".
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