Nació en 1786 en Dardilly, cerca de Lyon, Francia, en el seno de una familia de campesinos humildes.
El
niño Jean-Marie Baptiste nació casi junto con la Revolución Francesa.
Su familia era devota, pero durante su juventud tuvieron que practicar
su religión en secreto. Él se destacaba por no tener mucho
entendimiento, pero esto lo compensaba con una perseverancia a toda
prueba.
En su juventud, San Juan María Vianney sintió el
llamado de la vocación sacerdotal, pero por más que se preparaba no
conseguía ser admitido en ningún seminario. Además, en 1809 fue recogido
por la leva de soldados de Napoleón Bonaparte.
San Juan
María consiguió escaparse antes de llegar al frente de batalla, por lo
que tuvo que vivir escondido de las autoridades durante un par de años.
Finalmente se decretó amnistía general en 1811, y pudo regresar a su
hogar y a sus intentos por convertirse en sacerdote.
Buscando
inspiración y apoyo para su causa, realizó una peregrinación a la tumba
de San Francisco Regis, lo que le proporcionó sobre todo confianza en
sí mismo. Finalmente, con la paciente ayuda de un amigo, el venerable
padre Balley, consiguió San Juan María Vianney realizar su sueño de
recibir la orden sacerdotal en 1815.
A la muerte de su
benefactor, se le adscribió en 1821 a Ars-sur-Formans, una aldea de 300
pobladores, a los cuales “nada diferenciaba de los animales, salvo el
hecho de estar bautizados”, como le dejó dicho por escrito su
predecesor.
En esta aldea indiferente y tirada al vicio,
San Juan María Vianney logró, con caridad y perseverancia, e inmune al
desaliento, volver a despertar la fe en los aldeanos.
Tal
fue su éxito como predicador y confesor, que su fama se extendió más
allá de Ars, y cada vez más gente de fuera comenzó a llegar solamente
para acudir a misa y escuchar los sermones del padre Vianney.
Luego
de más de 25 años, y abrumado por los millares de feligreses que le
buscaban para confesarse, y considerándose indigno, algunas veces
intentó escapar de Ars, pero siempre regresó, pues sabía que en la
iglesia él era esperado.
En el caluroso verano de 1859, y
con la salud minada completamente, San Juan María alcanzó aún a pagarle
al médico para que ya no acudiera más a verle, y ese día falleció. Su
cadáver incorrupto se conserva en Ars-sur-Formans, en la basílica que se
erigió ex profeso.
San Juan María Vianney fue canonizado por el papa Pío XI en 1925. Es el santo patrono del clero parroquial.
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