"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mc 6, 17-29
Herodes había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la
mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan
decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano".
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque
Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo
protegía. Cuando lo oía, quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su
cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a
los notables de Galilea. La hija, de Herodías, salió a bailar, y agradó
tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme
lo que quieras y te lo daré". Y le aseguró bajo juramento: "Te daré
cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino". Ella fue a
preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el
Bautista", respondió ésta. La joven volvió rápidamente adonde estaba el
rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una
bandeja, la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció mucho,
pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso
contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de
Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo
sobre una bandeja, la entregó a la joven y ésta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y
lo sepultaron.
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